Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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[Footnote 1: la. See p. 20, note 2.] Cuando Garcés llego á la cañada y al punto en que, según las instrucciones de Esteban, debía aguardar la aparición de las corzas, la luna comenzaba á remontarse con lentitud por detrás de los cercanos montes. Á fuer de buen cazador y práctico en el oficio, antes de elegir un punto á propósito para colocarse al acecho de las reses, anduvo un gran rato de acá para allá examinando las trochas y las veredas vecinas, la disposición de los árboles, los accidentes del terreno, las curvas del río y la profundidad de sus aguas. Por último, después de terminar este minucioso reconocimiento del lugar en que se encontraba, agazapose en un ribazo junto á unos chopos de copas elevadas y obscuras, á cuyo pie crecían unas matas de lentisco, altas lo bastante para ocultar á un hombre echado en tierra. El río, que desde las musgosas rocas donde tenía su nacimiento venía siguiendo las sinuosidades del Moncayo á entrar en la cañada por una vertiente, deslizábase desde allí bañando el pie de los sauces que sombreaban su orilla, ó jugueteando con alegre murmullo entre las piedras rodadas del monte hasta caer en una hondura próxima al lugar que servía de escondrijo al montero. Los álamos, cuyas plateadas hojas movía el aire con un rumor dulcísimo, los sauces que inclinados sobre la limpia corriente humedecían en ella las puntas de sus desmayadas ramas, y los apretados carrascales por cuyos troncos subían y se enredaban las madreselvas y |
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