Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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Ya no pudo resistir más. Las sienes le latieron con una violencia espantosa; una nube de sangre obscureció sus pupilas, arrojó un segundo grito, un grito desgarrador y sobrehumano, y cayó desvanecido sobre el ara. Cuando al otro día los dependientes de la iglesia le encontraron al pie del altar, tenía aún la ajorca de oro entre sus manos, y al verlos aproximarse, exclamó con una estridente carcajada: --¡Suya, suya! El infeliz estaba loco. EL CRISTO DE LA CALAVERA[1] [Footnote 1: See p. 70, note 1.] El rey de Castilla[1] marchaba á la guerra de moros,[2] y para combatir con los enemigos de la religión había apellidado en son de guerra á todo lo más florido de la nobleza de sus reinos. Las silenciosas calles de Toledo[3] resonaban noche y día con el marcial rumor de los atabales y los clarines, y ya en la morisca puerta de Visagra,[4] ya en la del Cambrón,[5] en la embocadura del antiguo puente de San Martín,[6] no pasaba hora sin que se oyese el ronco grito de los centinelas, anunciando la llegada de algún caballero que, |
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