Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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de asombro tan cómica, que ambos prorrumpieron en una ruidosa
carcajada, carcajada que, repitiéndose de eco en el silencio de la noche, resonó en toda la plaza y llego hasta el palacio. Al oirla, la forma blanca desapareció del balcón, se escuchó el ruido de las puertas que se cerraron con violencia, y todo volvió á quedar en silencio. Al día siguiente, la reina, colocada en un estrado lujosísimo, veía desfilar las huestes que marchaban á la guerra de moros, teniendo á su lado las damas más principales de Toledo. Entre ellas estaba doña Inés de Tordesillas, en la que aquel día, como siempre, se fijaban todos los ojos; pero según á ella le parecía advertir, con diversa expresión que la de costumbre. Diriase que en todas las curiosas miradas que á ella se volvían, retozaba una sonrisa burlona. Este descubrimiento no dejaba de inquietarla algo, sobre todo teniendo en cuenta las ruidosas carcajadas que la noche anterior había creído percibir á lo lejos y en uno de los ángulos de la plaza, cuando cerraba el balcón y despedia á su amante; pero al mirar aparecer entre las filas de los combatientes, que pasaban por debajo del estrado lanzando chispas de fuego de sus brillantes armaduras, y envueltos en una nube de polvo, los pendones reunidos de las casas de Carrillo y Sandoval; al ver la significativa sonrisa que al saludar á la reina le dirigieron los dos antiguos rivales que cabalgaban juntos, todo lo adivinó, y la púrpura de la vergüenza enrojeció su frente, y brilló en sus ojos una lágrima de despecho. |
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