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Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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--En fin, exclamó el oficial después de un corto silencio y como
resignándose con el extraño alojamiento que la casualidad le
deparaba,--más vale incómodo que ninguno. De todas maneras, si llueve,
que no será dificil según se agrupan las nubes, estaremos á cubierto y
algo es algo.

Interrumpida la conversación en este punto, los jinetes, precedidos
del guía, siguieron en silencio el camino adelante hasta llegar á una
plazuela, en cuyo fondo se destacaba la negra silueta del convento con
su torre morisca, su campanario de espadaña, su cúpula ojival y sus
tejados de crestas desiguales y obscuras.

--He aquí vuestro alojamiento, exclamó el aposentador al divisarle y
dirigiéndose al capitán, que después que hubo mandado hacer alto á la
tropa, ecbó pie á tierra, tomó el farolillo de manos del guía, y se
dirigió hacia el punto que este le señalaba.

Como quiera que la iglesia del convento estaba completamente
desmantelada, los soldados que ocupaban el resto del edificio habían
creído que las puertas le eran ya poco menos que inútiles, y un
tablero hoy, otro mañana, habían ido arrancandolas pedazo á pedazo
para hacer hogueras con que calentarse por las noches.

Nuestro joven oficial no tuvo, pues, que torcer Haves ni descorrer
cerrojos para penetrar en el interior del templo.

Á la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perdía entre las
espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones
sobre el muro la fantástica sombra del sargento aposentador que iba
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