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Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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amor de mi padre, los besos de la que me dió la vida, y todo el cariño
que pueden atesorar todas las mujeres de la tierra? Por una mirada,
por una sola mirada de esos ojos ... ¡Cómo podré yo dejar de
buscarlos!

Dijo Fernando estas palabras con tal acento, que la lágrima que
temblaba en los párpados de Iñigo se resbaló silenciosa por su
mejilla, mientras exclamó con acento sombrío: ¡Cúmplase la voluntad
del cielo!


III

--¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un
día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae á estos
lugares, ni á los servidores que conducen tu litera. Rompe de una vez
el misterioso velo en que te envuelves como en una noche profunda, yo
te amo, y, noble ó villana, seré tuyo, tuyo siempre....

El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban á
grandes pasos, por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la
fuente, y la niebla, elevándose poco á poco de la superficie del lago,
comenzaba á envolver las rocas de su margen.

Sobre una de estas rocas, sobre una que parecía próxima á desplomarse
en el fondo de las aguas, en cuya superficie se retrataba temblando el
primogénito de Almenar, de rodillas á los pies de su misteriosa
amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia.

Ella era hermosa, hermosa y pálida, como una estatua de alabastro. Uno
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