Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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--¡Bah!... ¡bah!... Esteban, exclamó don Dionís con aire burlón, sigue
los consejos del preste de Tarazona; no hables de tus encuentros con los corzos amigos de burlas, no sea que haga el diablo que al fin pierdas el poco juicio que tienes; y pues ya estás provisto de los Evangelios y sabes las oraciones de San Bartolomé, vuélvete á tus corderos, que comienzan á desbandarse por la cañada. Si los espíritus malignos tornan á incomodarte, ya sabes el remedio: _Pater Noster_[1] y garrotazo. [Footnote 1: Pater Noster. The first words of the Lord's Prayer in Latin.] El zagal, después de guardarse en el zurrón un medio pan blanco y un trozo de came de jabalí, y en el estomago un valiente trago de vino que le dió por orden de su señor uno de los palafreneros, despidióse de don Dionís y su hija, y apenas anduvo cuatro pasos, comenzó á voltear la honda para reunir á pedradas los corderos. Como á esta sazón notase don Dionís que entre unas y otras las horas del calor eran ya pasadas y el vientecillo de la tarde comenzaba á mover las hojas de los chopos y á refrescar los campos, dió orden á su comitiva para que aderezasen las caballerías que andaban paciendo sueltas por el inmediato soto; y cuando todo estuvo á punto, hizo seña á los unos para que soltasen las traíllas, y á los otros para que tocasen las trompas, y saliendo en tropel de la chopera, prosiguió adelante la interrumpida caza. II |
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