Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
page 137 of 655 (20%)
page 137 of 655 (20%)
![]() | ![]() |
|
corza se volvió hacia el montero, y con voz clara y aguda detuvo su
acción con un grito, diciendole:--Garcés ¿qué haces?--El joven vaciló, y después de un instante de duda, dejó caer al suelo el arma, espantado á la sola idea de haber podido herir á su amante. Una sonora y estridente carcajada vino á sacarle al fin de su estupor; la corza blanca había aprovechado aquellos cortos instantes para acabarse de desenredar y huír ligera como un relámpago, riéndose de la burla hecha al montero. --¡Ah! condenado engendro de Satanás, dijo éste con voz espantosa, recogiendo la ballesta con una rapidez indecible: pronto has cantado la victoria, pronto te has creído fuera de mi alcance; y esto diciendo, dejó volar la saeta, que partió silbando y fue á perderse en la obscuridad del soto, en el fondo del cual sonó al mismo tiempo un grito, al que siguieron después unos gemidos sofocados. --¡Dios mío! exclamó Garcés al percibir aquellos lamentos angustiosos. ¡Dios mío, si será verdad! Y fuera de sí, como loco, sin darse cuenta apenas de lo que le pasaba, corrió en la dirección en que había disparado la saeta, que era la misma en que sonaban los gemidos. Llegó al fin; pero al llegar, sus cabellos se erizaron de horror, las palabras se anudaron en su garganta, y tuvo que agarrarse al tronco de un árbol para no caer á tierra. Constanza, herida por su mano, expiraba allí á su vista, revolcándose en su propia sangre, entre las agudas zarzas del monte. LA AJORCA DEL ORO |
|