Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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Al llegar la media noche, los reyes se retiraron á su camara. Terminó el sarao y los curiosos de la plebe que aguardaban con impaciencia este momento, formando grupos y corrillos en las avenidas del palacio, corrieron á estacionarse en la cuesta del alcázar,[1] los miradores[2] y el Zocodover. [Footnote 1: la cuesta del alcázar. This is the name of the street that leads from the Zocodover up to the height on which is situated the Alcazar (see p. 61, note 3).] [Footnote 2: miradores. See p. 51 note 2.] Durante una ó dos horas, en las calles inmediatas á estos puntos reinó un bullicio, una animación y un movimiento indescriptibles. Por todas partes se veían cruzar escuderos caracoleando en sus corceles ricamente enjaezados; reyes de armas con lujosas casullas llenas de escudos y blasones: timbaleros vestidos de colores vistosos, soldados cubiertos de armaduras resplandecientes, pajes con capotillos de terciopelo y birretes coronados de plumas, y servidores de á pie que precedían las lujosas literas y las andas cubiertas de ricos paños, llevando en sus manos grandes hachas encendidas, á cuyo rojizo resplandor podía verse á la multitud, que con cara atónita, labios entreabiertos y ojos espantados, miraba desfilar con asombro á todo lo mejor de la nobleza castellana, rodeada en aquella ocasión de un fausto y un esplendor fabulosos. Luego, poco á poco fué cesando el ruido y la animación; los vidrios de colores de las altas ojivas del palacio dejaron de brillar; atravesó por entre los apiñados grupos la última cabalgata; la gente del pueblo |
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