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Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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á su vez comenzó á dispersarse en todas direcciones, perdiéndose entre
las sombras del enmarañado laberinto de calles obscuras, estrechas y
torcidas,[1] y ya no turbaba el profundo silencio de la noche más que
el grito lejano de vela de algún guerrero, el rumor de los pasos de
algún curioso que se retiraba el último, ó el ruido que producían las
aldabas de algunas puertas al cerrarse, cuando en lo alto de la
escalinata que conducía á la plataforma del palacio apareció un
caballero, el cual, después de tender la vista por todos lados como
buscando á alguien que debía esperarle, descendió lentamente hasta la
cuesta del alcázar, por la que se dirigie hacia el Zocodover.

[Footnote 1: torcidas. See p. 50, note 2.]

Al llegar á la plaza de éste nombre se detuvo un momento, y volvió á
pasear la mirada á su alrededor. La noche estaba obscura; no brillaba
una sola estrella en el cielo, ni en toda la plaza se veía una sola
luz; no obstante, allá á lo lejos, y en la misma dirección en que
comenzó á percibirse un ligero ruido como de pasos que iban
aproximándose, creyó distinguir el bulto de un hombre: era sin duda el
mismo á quien parecía[1] aguardaba con tanta impaciencia.

[Footnote 1: parecía is parenthetic in sense as used here.]

El caballero que acababa de abandonar el alcázar para dirigirse al
Zocodover era Alonso Carrillo, que en razón al puesto de honor que
desempeñaba cerca de la persona del rey, había tenido que acompañarle
en su cámara hasta aquellas horas. El que saliendo de entre las
sombras de los arcos[1] que rodean la plaza vino á reunírsele, Lope de
Sandoval. Cuando los dos caballeros se hubieron reunido, cambiaron
algunas frases en voz baja.
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