Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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[Footnote 1: arcos. See p. 64, note 1.] --Presumí que me aguardabas, dijo el uno. --Esperaba que lo presumirías, contesto el otro. --Y ¿á dónde iremos? --Á cualquiera parte en que se puedan hallar cuatro palmos de terreno donde revolverse, y un rayo de claridad que nos alumbre. Terminado este brevísimo diálogo, los dos jóvenes se internaron por una de las estrechas calles que desembocan en el Zocodover, desapareciendo en la obscuridad como esos fantasmas de la noche, que después de aterrar un instante al que los ve, se deshacen en átomos de niebla y se confunden en el seno de las sombras. Largo rato anduvieron dando vueltas á través de las calles de Toledo, buscando un lugar á propósito para terminar sus diferencias; pero la obscuridad de la noche era tan profunda, que el duelo parecía imposible. No obstante, ambos deseaban batirse, y batirse antes que rayase el alba; pues al amanecer debían partir las huestes reales, y Alonso con ellas. Prosiguieron, pues, cruzando al azar plazas desiertas, pasadizos sombríos, callejones estrechos y tenebrosos, hasta que por último, vieron brillar á lo lejos una luz, una luz pequeña y moribunda, en torno de la cual la niebla formaba un cerco de claridad fantástica y dudosa. Habían llegado á la calle del Cristo,[1] y la luz que se divisaba en |
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