Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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Lope dió un paso adelante para recuperar el terreno perdido, tendió el brazo y los aceros se tocaron otra vez; mas al tocarse, la luz se tornó á apagar por sí misma, permaneciendo así mientras no se separaron los estoques. --En verdad que esto es extraño, murmuró Lope mirando al farolillo, que espontaneamente habia vuelto á encenderse, y se mecía con lentitud en el aire, derramando una claridad trémula y extraña sobre el amarillo craneo de la calavera colocada a los pies de Cristo. --¡Bah! dijo Alonso, será que la beata encargada de cuidar del farol del retablo sisa á los devotos y escasea el aceite, por lo cual la luz, proxima á morir, luce y se obscurece á intervalos en señal de agonía; y dichas estas palabras, el impetuoso joven tornó á colocarse en actitud de defensa. Su contrario le imitó; pero esta vez, no tan sólo volvió á rodearlos una sombra espesisima é impenetrable, sino que al mismo tiempo hirió sus oídos el eco profundo de una voz misteriosa, semejante á esos largos gemidos del vendaval que parece que se queja y articula palabras al correr aprisionado por las torcidas, estrechas y tenebrosas calles de Toledo. Que dijo aquella voz medrosa y sobrehumana, nunca pudo saberse; pero al oirla ambos jóvenes se sintieron poseídos de tan profundo terror, que las espadas se escaparon de sus manos, el cabello se les erizó, y por sus cuerpos, que estremecía un temblor involuntario, y por sus frentes pálidas y descompuestas, comenzó á correr un sudor frío como el de la muerte. La luz, por tercera vez apagada, por tercera vez volvió á resucitar, y |
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