Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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carrascas jadeante y cubiertas las fauces de espuma, ya el ciervo,
rápido como una saeta, las había salvado de un solo brinco, perdiéndose entre los matorrales de una trocha, que conducía á la fuente. --¡Alto!... ¡Alto todo el mundo! gritó Iñigo entonces; estaba de Dios que había de marcharse. Y la cabalgata se detuvo, y enmudecieron las trompas, y los lebreles dejaron refunfuñando la pista á la voz de los cazadores. En aquel momento se reunía á la comitiva el héroe de la fiesta, Fernando de Argensola,[1] el primogénito de Almenar. [Footnote 1: Argensola. A name familiar to students of Spanish literature from the writings of the illustrious brothers Bartolomé and Lupercio Leonardo de Argensola (sixteenth century). It is also the name of a small town of some 560 inhabitants in the province of Barcelona.] --¿Qué haces? exclamó dirigiéndose á su montero, y en tanto, ya se pintaba el asombro en sus facciones, ya ardía la cólera en sus ojos. ¿Qué haces, imbécil? ¡Ves que la pieza está herida, que es la primera que cae por mi mano, y abandonas el rastro y la dejas perder para que vaya á morir en el fondo del bosque! ¿Crees acaso que he venido á matar ciervos para festines de lobos? --Señor, murmuró, Iñigo entre dientes, es imposible pasar de este punto. |
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