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Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Becquer
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--¡Imposible! ¿y por qué?

--Porque esa trocha, prosiguió el montero, conduce á la fuente de los
Alamos; la fuente de los Álamos, en cuyas aguas habita un espíritu del
mal. El que osa enturbiar su corriente, paga caro su atrevimiento. Ya
la res habrá salvado sus márgenes; ¿como la salvaréis vos sin atraer
sobre vuestra cabeza alguna calamidad horrible? Los cazadores somos
reyes del Moncayo, pero reyes que pagan un tributo. Pieza que se
refugia en esa fuente misteriosa, pieza perdida.

--¡Pieza perdida! Primero perderé yo el señorío de mis padres, y
primero perderé el ánima en manos de Satanás, que permitir que se me
escape ese ciervo, el único que ha herido mi venablo, la primicia de
mis excursiones de cazador.... ¿Lo ves?... ¿lo ves?... Aún se
distingue á intervalos desde aquí ... las piernas le faltan, su
carrera se acorta; déjame... déjame... suelta esa brida, o te revuelco
en el polvo.... ¿Quién sabe si no le daré lugar para que llegue á la
fuente? y si llegase, al diablo ella, su limpidez y sus habitadores.
¡Sus! ¡_Relámpago_! sus, caballo mío! si lo alcanzas, mando engarzar
los diamantes de mi joyel en tu serreta de oro.

Caballo y jinete partieron como un huracán.

Iñigo los siguió con la vista hasta que se perdieron en la maleza;
después volvió los ojos en derredor suyo; todos, como el, permanecían
inmóviles y consternados.

El montero exclamó al fin:

--Señores, vosotros lo habéis visto; me he expuesto á morir entre los
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